
La caída del último emperador romano de Occidente a manos de Odoacro en el año 476 supuso el final del Imperio Romano y con ello la muerte de una vida urbana caracterizada por servicios públicos como termas, teatros, circos, abastecimiento de agua, red de saneamiento, trazado racional del viario urbano, etc. Hubo que esperar al siglo XIII para que las ciudades volvieran a dibujarse en el panorama de buena parte de Europa y, aún así, estas urbes distaron mucho de la calidad de vida que tuvieron las romanas.
Este ejemplo viene a desmentir la idea generalizada de la existencia de un progreso permanente basado en inercias históricas que marcan una evolución “siempre hacia adelante”. Roma basta para avisar que la Historia no es lineal y que las metas o logros conseguidos en un periodo pueden revertirse o ir “hacia atrás”. Trazando un paralelismo, todo ello sirve para ilustrar el peligro que corren hoy día muchas metas sociales y, concretamente, los derechos obtenidos por la comunidad LGTBI.
El Imperio Romano cayó y, también, pueden caer nuestras conquistas sociales. Un botón de muestra: en Estados Unidos, con la victoria de Donald Trump, diversos movimientos ultraconservadores han logrado revertir derechos LGTBI como la presencia de las personas trans en el Ejército. Y en estados como Texas el material escolar vuelve a hablar que la “homosexualidad no es un estilo de vida aceptable”.
También Europa se ve amenazada. El avance está estancado en la zona occidental mientras aún hay asignaturas pendientes en la antigua Europa del Este como el matrimonio igualitario. Es más, hay riesgos de dar pasos hacia atrás en Hungría, Rumanía o Polonia, donde sus gobiernos ultraconservadores apoyan discursos homófobos en apoyo de la familia tradicional. Y Rusia aún cuenta con leyes de moralidad con las que su gobierno frena o reprime cualquier difusión de contenidos relacionados con los derechos LGTBI.
En países de tradición musulmana la situación es también alarmante. Como ejemplo traemos a Indonesia: su parlamento debate la posibilidad de modificar el Código Penal para que las relaciones homosexuales entre adultos constituyan un delito. En este país de 256 millones de habitantes el caso más grave tuvo lugar el 27 de enero de 2018, cuando doce transexuales fueron humillados y torturados en público por parte de la policía en un clima de homofobia galopante impulsada desde el poder político.
América Latina vive tiempos de contrastes. Resalta como caso negativo Brasil, gigante americano que hasta hace bien poco había estado en el imaginario europeo sido símbolo de diversidad. La victoria de Bolsonaro ha dado alas a grupos paramilitares y civiles que han puesto entre sus siniestros objetivos al colectivo LGTBI.
Por último, un aviso para aquellos que piensan que en materia de derechos LGTBI se ha conseguido ya casi todo: en 2018 las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son ilegales en 72 países, es decir, el 37% de los Estados miembros de Naciones Unidas. Las detenciones por mantener relaciones homosexuales son habituales en Nigeria o Egipto. Y en el caso Sudán o Yemen se pagan incluso con la muerte.