
Cuando el chico me abre la puerta, puedo ver que es como en el perfil. Rubio, guapete y delgado. Parece del norte de Europa. Solo tiene unas arruguillas en los ojos que en las fotos no aparecían. Quizá me ha mentido en la edad, pero me la suda. Sigue siendo joven. Mientras no lo haya hecho en cuanto a lo de XXL…
—Hola, pasa —me dice, y me cercioro de que es extranjero. ¿De qué país? Ni lo sé ni me importa. Alguno de ahí arriba, seguro.
Le devuelvo el saludo y lo sigo hasta su dormitorio: un cuartucho con una pequeña ventana que da a un patio interior. Parece un zulo, pero está limpio, y hay una cama, que es lo importante.
El chico baja la persiana y enciende una lamparita. Clic. Su luz es muy tenue. Me imagino que irá aumentando de intensidad… pero no. Debe ser regulable y la tiene al mínimo.
No perdemos el tiempo y nos desnudamos mientras nos besamos. Luego, me hace tumbarme bocarriba en el colchón.
«A ver qué quiere».
Viene a cuatro patas y me come la polla.
«Joder, qué mamonas son todas». Yo también quiero comer.
Me voy girando (como las aspas de un molino) hasta que mi cabeza queda debajo de su entrepierna. Un buen pedazo de carne cuelga sobre mi cara. Le agarro el pollón y me lo meto en la boca. Está medio blandurrio, pero pronto comienza a crecer mientras se endurece.
«Hijo de mi vida, ¿pero esto qué es?».
Es enorme, y me pongo más contenta que unas castañuelas.
Menuda polla.
«Disfrútala, perra», me digo mientras chupo.
Sin embargo, la alegría me dura poco: es demasiado grande y no puedo hacer… nada. Imposible mostrarle mis trucos, artes, dotes… de felatriz. El capullo es tan gordo que me desencaja la mandíbula. ¡Me duele!
Entonces (ahí quieto con to’ eso dentro de mi boca) reflexiono: «Hay una cosa que se llama “armonía”. Los griegos sabían un poco del tema. Me gustan los chicos altos, pero no que midan cuatro metros. Me gustan los chicos fibrados, pero no las montañas de músculos. Me gus…». Y llego a una conclusión: «Prefiero las pollas entre 19 y 22 centímetros. Punto. Siempre y cuando estén bien proporcionadas, claro». Antes, cuando veía una monster cock, me dejaba caer sobre mis rodill…
El chico da un golpe de cadera y me incrusta la polla hasta la garganta. Los ojos casi se me salen de las órbitas. ¡Me ahogo! No puedo gritarle (obvio), así que le arreo manotazos en el culo.
—Pppar… a… Ppaa… ra…
El chico los malinterpreta y comienza a dar suaves embestidas. ¡No puedo respirar!
Cuanto más le pego, le araño, le pellizco… más me la hunde.
Pienso que voy a morir y…
¡Muerdo!
La película hearttspopper es una gran película y muy bien la recomiendo esta muy bien y te enseña a saber respetar y ser respetado me encanta.