
La sociedad siempre se ha dividido en función del género de sus individuos. Hombres y mujeres, clasificaciones actualmente obsoletas debido a la gran manifestación de identidades, forman parte de un mismo universo. Sin embargo, la desigualdad entre ambos grupos sociales y, por consiguiente, la discriminación de la mujer, ha propiciado la creación de mundos de ficción donde no existe la superioridad masculina.
El origen de la utopía lésbica está estrechamente vinculado al movimiento feminista. Ante el sexismo y la misoginia, derivados de la condición de género, la literatura encuentra un espacio de libertad para explorar nuevas posibilidades mediante la construcción de relatos escritos y protagonizados exclusivamente por mujeres.
En la utopía lésbica, la figura masculina queda reducida a una presencia accesoria y carente de relevancia. Se trata de una sociedad compuesta únicamente por mujeres cisgénero y autosuficientes, cuya supervivencia y evolución no depende de los hombres.
Pero, ¿qué ocurre con la continuación de la especie? En el caso de la mitología griega y la leyenda de las Amazonas, esta nación de mujeres guerreras requerían de los hombres, concretamente la tribu de los Gargarios, una vez al año para mantener relaciones sexuales y fecundar. Un ejemplo claro y reconocido es el caso de la superheroína Wonder Woman y la isla de Temiscira.
No obstante, esta corriente literaria recibe influencias que trasladan un segundo plano la sexualidad y apuesta por la reproducción asexuada, denominada partogénesis y que solo requiere del óvulo para el desarrollo del embrión. La ausencia de hombres implica la autosuficiencia en todos los ámbitos y la reproducción no supone obstáculo alguno para esta sociedad.

La socióloga y escritora feminista norteamericana Charlotte Perkins Gilman introdujo la utopía feminista en su novela Herland (1915), traducida como Dellas, un mundo femenino, para definirla como un orden social ideal, idílico, libre de guerras y conflictos. Partiendo de la crítica a la sociedad machista y construida como solución al sistema patriarcal, la utopía de Gilman es el resultado de la inclusión total de la mujer.
Herland es una novela fantástica que reivindica los derechos de las mujeres y concibe la educación como base la sociedad. Se trata de un producto del siglo XIX que, actualmente, es considerado una de las utopías feministas más importantes a pesar de su visión anticuada del feminismo.
Recomendaciones de otros mundos sin hombres. El futuro es femenino:
Houston, Houston, ¿me recibe? (1977), de James Triptree Jr.
Alice B. Sheldon firmó con el pseudónimo de James Triptree Jr. durante décadas, pero ni el afán por camuflar su identidad evitaron que se convirtiese en un referente del género de ciencia ficción. Esta novela aborda el viaje al futuro de un grupo de astronautas, compuesto únicamente por hombres. Al llegar a su destino, descubren que una plaga ha acabado con todos los hombres del planeta y solo han sobrevivido las mujeres, que se reproducen por clonación.
Ammonite (1992), de Nicola Griffith
Autora referente de ciencia ficción, ha abordado la temática LGTB+ en sus novelas. Su primera publicación, Ammonite, es considerado un clásico de la literatura lésbica. Este título ubica la narración en un mundo en el que un virus alienígena ha exterminado a todos los hombres y a un gran porcentaje de mujeres. Las supervivientes tienen que reconstruir la sociedad en base a un solo género.