
El primer activista homosexual de nuestra época contemporánea que se conoce fue el alemán Karl-Heinrich Ulrichs.
Con casi 40 años, salió del armario confesándole a su familia que era uranista, término que se usaba para etiquetar a un tercer sexo y posteriormente como sinónimo de transexual.
Basado en El Banquete de Platón donde se contempla que Afrodita nace de Urano (el cielo) sin necesidad de que tomara parte la mujer, de ahí el significado gay de la palabra uranista.
Cuando era pequeño, Ulrichs vestía ropa de niña porque quería ser una niña y fue con 14 años cuando tuvo su primera experiencia homosexual con su profesor de equitación.
A partir de confesar su homosexualidad, comenzó a escribir con un pseudónimo sobre orientaciones sexuales e identidades de género. En estos escritos aparece por primera vez las palabras Uring, para referirse a los hombres gays y Dioning, para referirse a los hombres heterosexuales. También creó la palabra Urninde, para referirse a las lesbianas.
Poco tiempo después, decidió publicar con su nombre real, saliendo oficialmente del armario para el mundo. Por supuesto, sus libros fueron prohibidos en Alemania.
En 1967, en Munich, se convirtió en el primer homosexual en declararlo públicamente en un discurso ante el Congreso de Juristas Alemanes, donde solicitó que se eliminaran las leyes que existían en el código penal contra los homosexuales.
En 1969, el escritor austríaco Karl-Maria Kertbeny creó la palabra homosexual, comenzando así la lucha continuada a favor de los derechos LGTB.
Diez años después, Ulrichs se exilió de forma voluntaria a Italia para continuar su lucha por los derechos y donde murió poco tiempo después, escribiendo antes de fallecer, una preciosa declaración que todos debemos compartir y sentirnos orgullosos:
Hasta el día de mi muerte, miraré hacia atrás con orgullo por haber encontrado la valentía para enfrentarme cara a cara al espectro que por tiempo inmemorial ha estado inyectando veneno en mí y en hombres de mi naturaleza. Muchos han sido llevados al suicidio porque toda su felicidad en la vida estaba contaminada. De verdad, estoy orgulloso de haber encontrado la fuerza para dar el golpe inicial a la hidra del desprecio público.