
La gran brutalidad con la que los nazis actuaron antes y durante la II Guerra Mundial derivó en tal injusticia y sin sentido que a día de hoy es, para muchos, imposible de comprender.
Cada 27 de enero se conmemora la liberación por el Ejército Rojo -las tropas soviéticas- de los inocentes retenidos en el campo de concentración Auschwitz – Birkenau en 1945.
La intolerancia no dejaba al títere con cabeza. Los homosexuales fueron uno de los grupos sociales más atacados por los soldados nazis. La razón del odio hacia ellos se fundamentaba en la «incompatibilidad« con la naturaleza humana normativa. Concebían la realidad tal y como se les había presentado sin ir más allá de las fronteras de la discriminación.
La homosexualidad era tratada como una enfermedad, hasta tal punto que se consideraba como una prueba de la degeneración humana. Una enfermedad que era contagiosa y se transmitía por puro vicio de unos a otros. Por ello la Alemania nazi hizo todo lo posible para “exterminar” a todo aquel que no compatibilizaba su identidad con la heterosexualidad, la normativa aria.
Marginados y subestimados
Los nazis creían que los homosexuales eran hombres pero con la tara de ser más débiles y afeminados por lo que no podían defender la nación alemana. Dicho partido fascista tenía como escalafón social la capacidad reproductora. Es decir, cualquier cosa que disminuyera el potencial reproductivo alemán era considerado un peligro para la raza.
En algunos casos excepcionales creían en la reinserción hacia la supuesta normalidad que ellos concebían y aceptaban a los ex homosexuales con la condición de aclamar la racialidad aria y dejar atrás el estilo de vida que llevaban. Es decir, lo que era una eliminación total de la libertad y un atentado contra los derechos humanos. Además incluso después del Tercer Reich continuó siendo ilegal ser gay.
El camuflaje fue necesario para la supervivencia. Esto era especialmente verdadero para las lesbianas, pues si bien no eran perseguidas de igual forma que los hombres gay, sí se les señalaba y detenía por su orientación sexual. Era considerado que a pesar de dicha orientación podrían participar en la actividad reproductora para la consecución del régimen. Muchas lesbianas se casaron para de esta forma salvarse de la presión de ser mujeres solteras –algo mal visto en la época-. Pero el simple hecho de ser mujer era peligroso en la Alemania nazi.
Cualquier mujer podía ser detenida y encarcelada por mínimo que fuese el acto cometido. Lo peligroso verdaderamente no eran las lesbianas sino las mujeres en general, su sexo y la independencia que estas pudiesen tener. Ser lesbiana era un agravante en la sociedad misógina del Tercer Reich. Las mujeres lesbianas eran identificadas en los campos de concentración con un triángulo negro. Este las diferenciaba como “asociales”, un color que los nazis relacionaban con los desajustados. Dentro de esta categoría también se incluían las mujeres que no siguieran las normas. Su crimen no era un crimen identificable como el de los gays.
Detenciones
Entre 1933 y 1945 aproximadamente 100.000 hombres fueron detenidos por la policía bajo la justificación de que eran homosexuales. La mitad de ellos fueron juzgados por el simple hecho de ser diferentes respecto a la orientación sexual de los nazis y considerarse un estorbo para el régimen. De los restantes, entre 5.000 y 15.000, tristemente fueron internados en campos de concentración.
Desde el comienzo del nazismo eran internados. Los recluidos provenían de todas partes de Alemania y pertenecían a distintas clases sociales. Algunos homosexuales eran categorizados como tal erróneamente a propósito, como por ejemplo los presos políticos.

Los homosexuales marcados como animales
Los prisioneros que eran arrestados eran categorizados y marcados a través de un triángulo rosa. Esto se hacía para que rápidamente fuesen reconocidos y claramente se actuase con mayor brutalidad sobre ellos. Eran uno de los grupos más castigados en los campos.

Rudolf Hoess, comandante de Auschwitz escribió en sus memorias que los homosexuales eran separados a la llegada a los campos para que no se contagiasen unos a otros la “enfermedad”. Personal a cargo de las tareas de trabajo otorgaba a los homosexuales las más mortales para acabar fácilmente con ellos, una auténtica atrocidad.
Para la liberación o simplemente un leve tratamiento a la brutalidad utilizada, los homosexuales eran castrados. A estos se les daba la opción de la castración a cambio de sentencias menores.
Actualmente no existen estadísticas claras que revelen cuantos homosexuales fueron mutilados, torturados y asesinados. De esta auténtica actitud de bárbaros hemos sabido avanzar.
La conciencia, el entendimiento y el respeto han dado paso a una sociedad liviana y que condena estas prácticas aterradoras que ponen los pelos de punta. Por ello, la lucha no debe cesar y a día de hoy debemos seguir deteniendo cualquier tipo de actividad homofóbica que detectemos, por mínima que sea.
Hoy recordamos y honramos la memoria de todes les que sufrieron, de todas las vidas arrebatadas por el nazismo y abogamos porque la historia no caiga en vano. Queda mucho que reivindicar, conseguir y perpetuar, nuestra lucha solo acaba de empezar.
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