
Curro Albaicín, el bailaor de los ojos azules, nació en 1948 en el Sacromonte. Al estilo más puro granaíno ha vivido con pasión por su tierra y por el baile. Hijo de María y Miguel “El aguaó”, durante su infancia vivía en una cueva, excavada en una roca como la mayoría de personas que por aquel entonces habitaba en el barrio.
“Ahora es muy fácil ser de izquierdas, pero yo me la he jugado defendiendo la libertad de expresión. El primer disco que grabé fue prohibido por tener poemas de Lorca, eso sí que era jugársela”.
Este bailaor gitano y gay asegura haber vivido un calvario durante la dictadura franquista. Curro Albaicín, que desprende arte y salero por allá por donde pisa nunca se dio por vencido y llevó a Lorca de tablao en tablao.
Desde su infancia, se vio rodeado por la zambra, el cante, la guitarra, el baile, el flamenco y la pobreza. Sus mentores y de quién ha tomado pareces, Los Habichuela y Los Amaya, le acunaron con sus cantes.
Además, habla de la situación tan precaria en la que vivía de pequeño. La inundación en 1963 de su barrio causó verdaderos destrozos para el lugar, tanto que algunos lo llamaron el “Holocausto gitano”.
“Se derrumbaron las cuevas de arriba, pero la mía no se derrumbó porque eran caballerizas de los árabes, y estaban hechas de otra manera, pero sí se inundaron. Nos echaron a la fuerza de allí, recuerdo que mi padre no se quería ir. Nos meten en unos camiones con las porras y no sabíamos a dónde íbamos. Nos llevaron a unos “campamentos” a unos barracones en el barrio de La Chana, sin agua, sin luz, con el cemento del suelo aún fresco”.
Curro, creía que de alguna forma se había acabado con la manera tradicional de aprender y de vivir el flamenco. Su objetivo y aquello que persigue en su vida es luchar porque eso no se pierda y se recupere la vida, el arte y la traición a los tablaos.
Poco a poco, el bailaor empezó a organizar reuniones y a codearse y actuar junto con grandes estrellas del flamenco. Todo ello para devolver al flamenco al lugar que se merece, a lo más alto.
Ajusticiado por recitar a Lorca
“Con 13 años llegaron unos argentinos al Sacromonte y me preguntaron: `¿Niño tú sabes dónde está Víznar?́ Y yo me metí en el coche y los guié, cuando llegamos le preguntaron a un pastor donde mataron a Federico García Lorca, y entonces el pastor nos llevó al barranco que fue donde lo mataron, esté allí o no esté. Cuando los argentinos terminaron de rodar, me dieron un Romancero gitano y empecé a leerlo, y releerlo, y de ahí fue cuando yo empiezo a buscar a Federico”.
Amante del poeta Lorca, Curro Albaicín se ha inspirado en su figura y en sus poemarios a lo largo de su vida. Recitar y admirar su figura, le trajo problemas cuando fuerzas de seguridad de la dictadura entraron en su casa y le dijeron “ya no vas a recitar nunca más a Lorca”, acompañado de un tiro a bocajarro.
“En 1972 pongo una foto gigantesca en mi cueva de Lorca, un sudario de lunares que le hice, y un clavel rojo y todas las noches le recitaba y le hacía un poema al poeta”.
Durante la dictadura, el bailaor fue silenciado y que a día de hoy pueda relatarlo es todo un logro. Los años que duró la represión fueron un auténtico jarro de agua fría para aquellos que querían aportar luz a la sombría España.