
El atractivo de este género televisivo es simple: la transmisión de experiencias vividas por personas desconocidas para la audiencia y, en ocasiones, por personajes famosos, sin un guion preestablecido.
Esta particularidad lo convierte, al mismo tiempo, en un arma de doble filo. Por un lado, la naturalidad que caracteriza a este modelo de concursante atrae aún más al espectador. Pero, por otro lado, puede entrañar un auténtico problema, ya que goza de la libertad suficiente para exponer al mundo sus comportamientos y comentarios habituales, incluso si estos arrastran una fuerte carga de LGTBIfobia.
Desgraciadamente, estas actitudes tóxicas no han dejado de estar presentes en televisión. Uno de los casos más recientes fue en la edición de Operación Triunfo 2020, en la que comentarios tránsfobos y homófobos de concursantes y profesores de la Academia hizo arder las redes sociales, pese a ser un programa que siempre se ha mostrado muy cercano al colectivo con su apuesta por la visibilización sobre el escenario.
Pero, dejando a un lado el espectáculo, no fue sino la audiencia y algunos concursantes con sus reprimendas a sus compañeros quienes consiguieron mitigar dichas actitudes. Como muestra de apoyo y solidaridad hacia el colectivo LGTB, la organización decidió tomar partido y cortar por lo sano de la mejor manera posible en estas situaciones: educando en diversidad.
Como este, otros programas han querido abrir sus puertas a todo tipo de concursantes. Es el caso de Mujeres y Hombres y Viceversa, donde, por primera vez, una pretendienta tuvo una cita con otra chica. Aprovechando esta valiente decisión, la cadena consideró llevar a cabo el primer trono LGTB+ de la historia.
Pese a la gran iniciativa de Mediaset, aún en marcha, y el apoyo de lxs tronistas y pretendientes, la idea pareció hacer aguas, pues pronto comenzó a ser criticada por la audiencia, indignada con el mensaje que la productora hacía llegar a los futuros candidatos, en el que resaltaba que para ser escogidos debían ser “hombres masculinos y sin pluma”.
En este constante intento de mostrar otras realidades en televisión sin caer en lo LGTBIfóbico, podemos agradecer la existencia de ciertos shows en los que, afortunadamente, la orientación sexual no supone un tema de debate. Programas, como First Dates, donde el mensaje que prevalece es la aceptación y el respeto a las personas, independientemente de su condición sexual.
No olvidemos que quienes aparecen en la pantalla pueden ser una fuente de inspiración y admiración para algunos grupos de la sociedad. Y, por ello, se debe tener especial cuidado con los mensajes que se lanzan desde estos programas, sobre todo, si pueden incitar al odio, en esta ocasión, hacia el colectivo.
Aprendamos a identificar y reconocer las actitudes arcaicas que nos dificultan avanzar para poder remediarlas y evolucionar a una sociedad en la que el respeto a la diversidad sea un elemento inherente en cada uno de nosotros. Porque, solo así, en la riqueza de nuestras propias diferencias, conseguiremos crecer.