
Pese a vivir en una época en la que ser homosexual se consideraba delito, el cantante Miguel Vargas Jiménez, más conocido artísticamente como Bambino, encontró precisamente en el arte un espacio seguro donde mostrarse con libertad.
Al igual que él, muchos otros artistas LGTB+ encontraron en el mundo de la farándula y el artisteo un lugar donde conseguir cierto apoyo, en unos tiempos donde la represión y el miedo protagonizaban cada una de las escenas del día a día para muchos.

De esta forma y con un talento nunca antes visto en los tablaos flamencos, Bambino llegó a ser una de las figuras más relevantes de la música durante los años 60 y 70. Su estilo tan personal, lleno de toques modernos y cargado de sentimientos hizo que todo el país aplaudiera sus espectáculos.
Su expresión en la rumba, al igual que su identidad, no encajaba en los cánones de las cunas del flamenco, perfectamente limitada y definida para un hombre cuyas habilidades en el escenario nunca antes habían sido vistas.
Es por ello que pese a no encontrar un lugar donde exponer su arte, Bambino con tan solo 21 años, comenzó a recorrer España en busca de un sitio idóneo donde lucirse libremente.

El arte de lo excluido
Aunque a día de hoy no se sepa con total seguridad sobre la identidad sexual del cantante, lo que sí que es cierto es que Bambino era un amante de los prohibido. Fueron muchas las ocasiones en las que expuso su libertad a la hora de amar y hacer lo que quisiera.
«Hombres, mujeres, yo no hago diferencias, pero lo mío fueron amores salvajes» decía en una entrevista para Juan Pablo Silvestre.
Con tales palabras y mediante sus actuaciones, Bambino ha pasado a la posteridad como un icono para la comunidad LGTB+. «Era un excluido. Por su estilo musical, rompedor en la capital de la ortodoxia flamenca, y por su sexualidad, que no podía salir a flote dentro de los márgenes de Utrera» apuntada Paco Ortiz, el director de Algo salvaje. La historia de Bambino durante el documental de RTVE.

Con ello se muestra que el cantante siempre estuvo fuera de los márgenes de lo que se suponía que era lo común y tradicional. Una razón que tal vez explica el que no fuera un cantante de masas como otros artistas de la época, sin embargo, esto no fue algo que le importara pues siendo fiel a su estilo y personalidad, siguió ofreciendo un espectáculo único y cargado de sentimientos. Fue así como, poco a poco, consiguió labrarse su propio camino en este mundo.
Sus canciones no solamente eran temas que cantaba, sino que a través de las mismas actuaba e interpretaba lo que era un reflejo de su propia vida en algunas ocasiones.
Así por ejemplo se comprobaba en su canción Soy lo prohibido, donde el artista hacía una lectura en clave autobiográfica de su identidad y lo que suponía para la sociedad de la época.

A través de las letras de sus canciones, Bambino daba rienda suelta a su sensualidad y sexualidad, unas cualidades que interpretaba en muchas ocasiones con una gran carga dramática, propia de un tormento provocado por un amor imposible.
Unas estrofas en las que gritaba a los cuatro vientos su identidad pero entre melancolía y ambigüedad al no poder expresarla como tal en su día a día.
Un paso más allá
Tal y como señala Enrique Bumbury, el cantante «buscaba que no estuviera claro el destinatario, hacia quién se estaba dirigiendo».
Es por esto que todas aquellas canciones que escribió y que posteriormente se hicieron famosas, interpretadas por otros artistas, cobraban un sentido completamente diferente cuando las cantaba Bambino.
«La letra es de una mujer que le recrimina a su ‘amigo’ que se vaya con otra. Cuando esto lo canta Bambino toma un giro, un sejo, claramente homosexual» explica en este documental el periodista Fidel Moreno.
De este modo, este tipo de letras no eran más que una declaración al mundo de quién era Bambino. Unas letras que dejaban ver la parte más íntima del artista, su faceta más personal y más oculta a causa de la sociedad franquista de la época en la que creció.
Con respecto a este intento de ocultar su verdadera identidad con el empleo de ciertas palabras en sus canciones, Fidel Moreno apunta que «todo lo que ha sido la lucha por los derechos LGTB+ también ha sido una lucha semántica. Ahora se habla de mi pareja, ahora se habla de mi marido, pero entonces se hablaba de mi amigo».

Es por esto que algunas de las canciones que interpreta Bambino pueden llegar a considerarse pioneras «del reconocimiento de los derechos de los homosexuales».
Un aspecto que a día de hoy es aplaudido por la comunidad LGTB+, tanto que después de que trabajase en el mítico tablao situado en la calle Barbieri, en pleno barrio de Chueca, el cantante obtuvo una placa en tal ubicación como reconocimiento de su trayectoria y su reivindicativa identidad.