
Al acercarnos a nuevos poemarios de amor en el 2021, las personas que nos dedicamos a la poesía y hemos tenido una educación filológica, previamente, nos planteamos ciertas dudas sobre si lo que encontraremos en él merecerá la pena o será uno más de esos libros que no hacen sino repetir tópicos constantes en la literatura amorosa.
También sentimos miedo por si el poemario en cuestión será uno más de esos que nos lo venden como una historia Disney y que perpetúan la cultura del género, haciendo que el sujeto y el objeto literario confluyan en una especie de pasta dulce que intensifique el Romanticismo y nos lo devuelva transformado por una mirada del siglo XXI, aún cuando sabemos de antemano que en él existen muchos rasgos patriarcales que se desarrollan en el verso y se expandirán como una forma más que tiene el Sistema de vendernos sus productos.
Sin embargo, a veces, para nuestra sorpresa y gratificación, nos encontramos con pequeñas joyas que desde su título ya nos muestran que sus pretensiones son las de hablar de amor desde la libertad y desde la fuerza. Así ocurre en el poemario de la madrileña Gloria Fortún: Todas mis palabras son azores salvajes (2021, Editorial Dos Bigotes), donde encontramos a una mujer que deja volar sus palabras y sus sentimientos de una forma sencilla y reivindicativa.
Gloria nos pasea por un Madrid donde el amor lo colapsa todo. Un Madrid visto desde una mirada de mujer que ama a otras mujeres y se siente libre de ser como es y amar a quien ama. Fortún en él reivindica la capacidad de enamorarse a cualquier edad (“Lo bueno de enamorarnos cuando rozamos el medio siglo (…) es que no queda tiempo para desapasionarnos”) y lo procura haciéndonos un recorrido por su genealogía de la pasión y el deseo.
Estos azores salvajes nos atrapan, a veces en verso y a veces en prosa poética, y nos desgarran con su pico para mostrarnos que la fuerza del deseo es algo que nos traspasa intemporalmente, ya sea a través del recuerdo de lo vivido o del amor presente. La poeta, además, expresa la sexualidad desde una voz lesbofeminista, donde la libertad no está reñida con las relaciones, sino que las engrandece.
La retórica de Fortún está muy basada en la intertextualidad y en la cultura pop, lo que hace de este poemario un mapa de referencias que se mezclan con la ironía y el humor para mostrarnos esa nueva visión de un lesbianismo que se deshace de la invisibilidad y se desborda a través de la palabra. En ocasiones, la reivindicación llega, incluso, hasta la propia lengua y encontramos una escritura anárquica, pero perfectamente construida, que deja entrever el salvajismo de sus palabras.
Además, es agradable ver cómo Gloria se muestra al natural y alza sus alas para mostrarnos que algunas creencias asumidas sobre los cánones estéticos no son un condicionante para amar, amarse y ser amada (“Gran diosa moldeada como una venus prehistórica. (…) la vana Gloria, la siempre-nunca, mujer de extremos, todo a pelo, en carne viva”), sino que favorecen la marca del recuerdo.
Así pues, se puede decir que este poemario vuela libremente y nos deja ver una nueva mirada hacia el amor, donde las normas y lo esperable se rompen para mostrarnos que, más allá de la heteronorma, existe la posibilidad de vivir y escuchar “ Un grito de amor desde el otro lado del mundo”.