
Luz roja.
La estrecha habitación está revestida con azulejos negros. Me quito la toalla y la extiendo sobre la colchoneta que hace de cama. Temo que haya alguna corrida. Luego, me siento desnudo sobre ella.
El chico rumano sigue de pie junto a la puerta.
Apenas tendrá 20 años. Es guapo y delgado. Lo he conocido abajo en la piscina. Estaba solo y parecía triste. Tras una breve charla (su español es horroroso) y asegurarme de que no es chapero, le he propuesto subir.
—Siéntate —le pido.
Rígido, toma asiento a mi lado.
Yo le acaricio el brazo en dirección ascendente. Qué piel más suave. Le agarro la mandíbula, le giro la cara y lo beso en los labios. No reacciona… pero tampoco me rechaza. Me siento confuso. Lo hago tumbarse bocarriba. Se deja como un muñeco hinchable. Le beso el pecho y voy descendiendo —beso, beso, beso— hasta llegar a la cintura. Le desenrollo la toalla y… La luz roja me muestra que su polla sigue encogida. La acaricio, surco el vello con los dedos, y la beso. Su tacto es tan…
El joven sigue impasible mirando el techo.
—¿Qué coño te pasa? —exploto.
—Soy… triste —responde apenado. Se incorpora y mira el suelo.
—¿Pero triste por qué?
Reflexiona. Le cuesta construir frases complejas con su básico vocabulario.
—Mi novio… Rumanía… Morir.
—Ah. —Me quedo helado. No era lo que esperaba oír. ¿Debo darle el pésame?—. Lo siento.
—Ya.
—¿De qué murió?
—Eh… —Piensa. No encuentra las palabras. Entonces, se señala el pecho y comienza a poner caras raras.
—¿Un infarto?
—Sí.
La polla se me encoge al escucharlo. La sauna es un oscuro mundo de sexo y fantasía donde vengo a divertirme. La fea realidad se queda en la calle. Yo quiero follar, beber y socializar.
—¿Y cuántos años tenía?
Si ha muerto de un infarto, espero (o quiero) que diga 70, 80, 90.
Frunce el ceño. No sabrá cómo se dice el número en español. Se gira hacia la pared y ve los negros azulejos empañados de vapor. Acerca el índice hasta ellos y lo desliza dibujando el número.
19.
Me levanto con un salto.
Qué mal rollo. La escena parece sacada de una peli de miedo.
Abro la puerta y huyo sin la toalla.