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Poemas y Relatos Lésbicos: Juego de Tres

Tras 'Ella y 1950', 'De madrugada', 'No es opción' y 'Y Mírame', la escritora Sandra Ropero entrega un nuevo relato de amor y erotismo lésbico. 'Juego de Tres'

Juego de Tres

 
Era una noche como otra cualquiera.
Botellines en la Palma, vino de naranja con Lola y terminamos en el antro de siempre.
Con los de siempre.
Embriagadas ante el ritmo de la música empezamos a ponernos cachondas.
A comernos con la mirada. Y sin darnos cuenta allí estaba ella, tras de ti. Y yo, yo mordía tu labio inferior. 
 
Sacaste las llaves de mi bolsillo y salimos, las tres.
Entre risas, caricias y cierto picardeo llegamos a aquel pequeño ático de la calle Feria.
Nos quitamos la ropa y desnudas compartimos el último cigarro que nos quedaba.
Descorché una botella de vino para tumbarla sobre tu boca. Rebosaba.
Caía por tu cuello, entre tus tetas. Su lengua ardiente dejaba una línea húmeda que se dirigía hacia tu clítoris, dejándote una sensación placentera, casi dolorosa.
 

Y Mírame

 
Me gustaría follar contigo 
delante de aquellos y aquellas 
que se escandalizan. 
De quienes quieren hacernos 
sombra superponiendo 
las relaciones heterosexuales.
Hagamos el amor, ¡que vean 
cuánto nos queremos! 
Frotemos nuestros clítoris para 
hacerlos temblar con nuestros 
gemidos. Comámonos el coño 
hasta la saciedad, que sientan 
cómo nos estremecemos.
 
Vamos a follarnos hasta que los homófobos dejen de herirnos. 
Por ti, por mí y todas las víctimas 
de la homofobia.

Fantasía

 
Compartimos una copa de vino, medio desnudas, 
escuchando música indie de fondo; el incienso 
se consumía, y allí, en el cielo, el hidrógeno 
de las estrellas. “Me gusta que me abracen”, 
decías, para sentirte protegida.
 
Sin embargo, no sé si fueron tus ojos azules 
recordándome a Cephei o las ganas de morder 
tu clavícula sobresaliendo por tu piel. 
 
Quise beber de ti o más bien, beberte. 
Me tocabas el alma con los dedos helados, 
en un invierno sincero.

 

No es opción

Sigilosamente llega y me revoluciona
con su tacto ardiente y timidez, con su 
mirada felina y zapatos de ballet.
 
Su energía brota. Su inocencia me provoca con leyes universales y cartas astrales. 
Baila en cualquier escenario sin importarle el qué dirán, llora con la gran belleza y ríe cuando se pone nerviosa 
ante una discusión absurda. 
Además, le gusta la cerveza, dormir desnuda y mis rincones.
 
Y tú, en serio, ¿aún te preguntas como me pude enamorar de una mujer?

 

Ella y 1950

Ella tenía el mundo a sus pies y era capaz de hacerla reír con tan solo un parpadeo. Era erotismo a cualquier hora del día. Ella se describía como la mujer de hielo, pero a mí no me engañaba, pues vi los vellos de sus brazos erizarse con poesía.

Ella era un espectáculo de danza cuando caminaba, que hipnotizaba y te hacía suspirar. Y no puedes ni imaginar lo bien que se veían con el corazón desnudo después de una noche de rocío y música de fondo.

Pero el problema entre ellas realmente no era lo que sentían. El problema fue conocerse en una época que de libertad se carecía, y si con suerte no te fusilaban te mandaban a la cárcel por maleante, peligrosa o vaga.

 

De madrugada

Fiera carnívora deseosa de placer.
Despierta en la noche buscando a su presa.
Estaba caliente, empapada y mi mano
empezó a moverse por instinto.
Era inevitable no rendirme a la tentación
de inundarme entre los rincones de su cuerpo.
Se mordía el labio entre gemido y gemido hasta venirse.
Pude sentir los latidos tras las paredes de su vagina.
Recogí su alma después del orgasmo y
de nuevo quedamos dormidas.

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