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Plumas, Plumillas y Plumones: Catalina de Erauso (o cómo vestir de hombre en el siglo XVII)

Colgó los hábitos, emprendió la carrera militar y anduvo en pendencias de todo tipo. Su leyenda pronto se propagó, convirtiéndose en un mito transgresor

De entre lxs personajes singulares que pueblan nuestro Siglo de Oro, destaca la figura de una mujer excepcional que desafió todas las convenciones de su época. Dejó constancia de ello en una autobiografía, cuya autoría aún se discute. Decir que sacó los pies del plato es poco; más bien hizo añicos la vajilla y vivió de manera singular.

Nacida en el seno de una familia acomodada, de origen vasco, con apenas quince años escapó a escondidas del convento donde la educaron y comenzó una vida errabunda, siempre vestida como hombre.

Desde Sanlúcar de Barrameda(Cádiz) se embarcó para Sudamérica, recalando en distintas ciudades de las actuales Venezuela, Perú, Chile y Ecuador, matando a muchos e hiriendo a otrxs. Deslenguadx, aficionadx al juego y amigx del embrollo, estuvo en peligro de muerte en las más variopintas circunstancias.

Precisamente en una de esas correrías, en la ciudad peruana de Huamanga, desveló su sexo biológico al obispo, solicitándole clemencia de la pena capital. En España, Felipe IV le otorgó una pensión vitalicia por los servicios prestados a la Corona y, en el Vaticano, el papa Urbano VIII lx recibió en audiencia y le permitió seguir vistiendo al uso masculino. Todo un hito.

Catalina de
ErausoCuestión controvertida es la de su identidad y orientación sexual. ¿Fue un ardid para huir de su familia? ¿Se trató de una estratagema para emprender aquello que se le negaba como mujer? ¿Subyacían razones identitarias? ¿Fue un mero disfraz para cortejar con menos escándalo a otras mujeres?

Aunque prometió matrimonio a varias –con malas artes para obtener su dote– nunca se casó con ninguna. Por otro lado, las matronas que la examinaron concluyeron que Catalina era virgen. Sin embargo, en un delicioso pasaje se nos relata que sorprendieron a la exnovicia con una doncella “peinándome acostado en sus faldas, y andándole en las piernas”. No parece su comportamiento tan casto, por lo tanto.

Sea como fuere, el verdadero valor de la figura de Catalina de Erauso reside en que consiguió crear una leyenda de sí, desafiando los dictados del género, algo muy poco habitual para una mujer en aquellos áureos años.

“Señor, todo esto que he referido a Vuestra Señoría Ilustrísima no es así. La verdad es ésta: que soy mujer, que nací en tal parte, hija de Fulano y Zutana; que me entraron de tal edad en tal convento, con Fulana mi tía; que allí me crié; que tomé el hábito y tuve noviciado; que estando para profesar, por tal ocasión me salí; que me fui a tal parte, me desnudé, me vestí, me corté el cabello, partí allí y acullá; me embarqué, aporté, trajiné, maté, herí, maleé, correteé, hasta venir a parar en lo presente, y a los pies de Su Señoría Ilustrísima”.

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“En Nápoles, un día, paseándome en el muelle, reparé en las risotadas de dos damiselas que parlaban con dos mozos. Me miraban, y mirándolas, me dijo una: “Señora Catalina, ¿adónde se camina?” Respondí: “Señoras p…, a darles a ustedes cien pescozones y cien cuchilladas a quien las quiera defender”. Callaron y se fueron de allí.”

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“Híceme, de una basquiña de paño azul con que me hallaba, unos calzones, y de un faldellín verde de perpetuán que traía debajo, una ropilla y polainas; el hábito me lo dejé por allí, por no saber qué hacer con él. Corteme el pelo, que tiré y a la tercera noche, deseando alejarme, partí no sé por dónde, calando caminos y pasando lugares.”

Catalina de Erauso

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