
Haciendo un recorrido por la literatura de cualquier época o civilización, observamos que siempre ha existido lo que los filólogos llamamos topoi. Estos, más conocidos como tópicos o lugares comunes, son aquellos argumentos, temas o cuestiones recurrentes que el ser humano ha introducido en sus escritos desde que este fue consciente de que el lenguaje no solo era un mecanismo de comunicación entre iguales, sino que también podía usarse como herramienta para la creación de arte.
La poética es, sin duda, la función del lenguaje que más ha innovado con esta magia que es el uso de la lengua y, por tanto, nos ha regalado absolutas maravillas que, después de muchos siglos, aún seguimos disfrutando. De ahí surgen los tópicos del eros y tanatos. Ambos son quizás los temas por antonomasia, puesto que no cabe duda de que el amor y la muerte han sido las dos cuestiones con las que el ser humano más ha convivido y en las que más ha hecho correr ríos y ríos de tinta.
La literatura LGTB+ manifestaba la necesidad de erotización de lo cotidiano
No obstante, y a pesar de que ambos siguen siendo una constante dentro de la escrituralidad, se observa que lo que conocemos como literatura romántica ha quedado relegado a un segundo plano, dado que, desde que esta se convirtió, de alguna forma, en literatura de folletín, hizo que aquellas novelas cuyo tema central fuera el sentimiento del amor en sí mismo fueran vistas como algo poco reseñable.
Centrándonos en el tema que nos ocupa, se debe hacer hincapié en que, a pesar de esa creencia de la cultura heteropatriarcal que se empeña en catalogarnos desde la diferencia, la escritura del colectivo cumple con la universalidad de la literatura, debido a que no ha podido desligarse de estos temas, pues no cabe duda de que es el amor una de las razones primordiales que el colectivo LGTB+ ha querido reivindicar a través de sus libros.
Aun así, debemos tener conciencia de que nuestra literatura no solo parte de esa reivindicación del amor como sentimiento igualitario y acaba dando lugar a un activismo constante, sino que se introduce
en la etimología del erotismo y añade una nota de sensualidad y sexualidad que destaca frente a la literatura de otros colectivos que luchan contra el patriarcado. De ahí que tengamos toda una lista de opciones que nos permiten indagar en la sexualidad desde su lado más romántico hasta el más fetichista.
Solo hay que mirar aquellas primeras novelas iniciáticas de finales del siglo XX, que fueron el boom tras las revueltas de Stonewall, para darse cuenta de que la literatura LGTB+ manifestaba esa necesidad de erotización de lo cotidiano y daba lugar a una subtendencia dentro de lo que muchos han considerado literatura romántica.
De alguna manera se nos catalogó siempre dentro de esta temática con todo lo que ello conllevaba y, aún hoy, seguimos con esa etiqueta. Solo hay que pasearse por las grandes cadenas de librerías para observar que, a pesar de que la literatura colectiva ha tomado otras derivas, seguimos dentro de un imaginario que nos relega a aquellas estanterías donde los besos y el color rosa ocupan el 99% del espacio.
Así pues, aunque el colectivo intenta superar, por fin, aquellos lemas de love is love o ames a quien ames, porque no representan toda la colectividad a la que nos referimos dentro de nuestras siglas, han hecho de nuestra cultura un apartado folletinesco de color rosa que se diluye entre las historias de amor heterosexuales y no cobran la importancia que tienen como altavoz de la otredad.
Por eso esta vez no voy a hablar de títulos archiconocidos, sino de la necesidad de reivindicar nuestros espacios más allá de lo que los catálogos y el imaginario colectivo de la heteronorma ha hecho de nosotres. La literatura es la forma en la que dejamos huella en el mundo porque, a pesar de que los acontecimientos históricos tienen sus causas y sus consecuencias, los seres humanos somos una mota ínfima en la memoria de los tiempos.
Como dijeron otros, solo la literatura nos salva, por eso, de alguna forma debemos salvarnos y permanecer a pesar de que sean otrxs los que intentan borrarnos. Pues no solo amamos, también somos y es algo que nuestra voz debería dejar patente para que los que están y los que vengan nunca olviden que todas las personas somos iguales.