
La homofobia en Venezuela se hace más evidente para cualquier persona que ha emigrado cuando convive en sociedades más abiertas y respetuosas. Desde que vivo en España, he escuchado un chiste homofóbico o despectivo, sólo por parte de otro compatriota que también ha migrado; y es que parece ser tan común hacer burlas de la pluma o la comunidad en la sociedad venezolana que no logran percibir que viven en una realidad distinta y que deben cambiar esos esquemas.
Este panorama se replica en el sistema político, tanto por parte de miembros de la dictadura que se dicen ser de izquierda y expresan ser más liberales, sin embargo, en cada oportunidad que tienen ofenden al oponente basándose en su sexualidad. En la campaña presidencial del 2013, Nicolás Maduro, en un mitin público, intentó degradar al candidato opositor diciendo que a él (refiriéndose a sí mismo) sí le gustan las mujeres y él sí tiene esposa, como si ese detalle lo hiciese menos corrupto o menos tirano. De parte de la oposición también se han dado comentarios en contra de la comunidad LGBTQ+, apoyándose en la idea de que lo más importante por el momento es sacar al chavismo del poder, sin considerar que los derechos humanos son primordiales en cada sociedad y que ello no le resta relevancia a otros requerimientos de los ciudadanos.
Parte del discurso de odio toma como base los criterios de grupos religiosos radicales que se ven beneficiados y apoyados por los políticos en el poder. Estos grupos constantemente realizan actividades y manifestaciones en las que ridiculizan al colectivo y los presentan con ideales contrarios a la familia original según sus preceptos religiosos, incluso bajo esta mirada complaciente del estado se practican las mal llamadas terapias de reconvención y además cuentan con instituciones de educación superior con formaciones de profesiones relacionadas con la pedagogía o la psicología con base en sus creencias y prejuicios que después terminan apoyando el repudio a la diversidad con base en una supuesta teoría científica.
Sumado a todo este contexto, nos encontramos con una sociedad mayormente machista, misógina y retrógrada, en la que se condenan conductas socialmente asignadas a lo masculino o lo femenino si no se cumplen, por lo que el acoso en las escuelas o el rechazo en los sitios de trabajos son constantes y en cierta medida justificados; por lo que la mayoría de los miembros del colectivo se ven obligados a llevar una doble vida o mantenerse siempre en el armario.
En gran medida, el daño generado por el encarcelamiento y condena de los 33 ciudadanos venezolanos vino por parte de la sociedad que los ha discriminado por ser gays. Este grupo de hombres se encontraba en una sauna en la ciudad de Valencia, en el estado Carabobo, cuando un domingo por la tarde llegaron al lugar entre 7 u 8 efectivos policiales del estado. En la entrada, le indicaron al recepcionista que sólo harían una inspección de rutina para contrastar los servicios que se ofrecían en el local y lo que indicaba su registro mercantil, no obstante, una vez han ingresado, reunieron a todos los presentes, les quitaron sus documentos de identidad y móviles, para luego trasladarlos a una cárcel en un pueblo cercano a la ciudad.
Las alertas se activaron cuando fotografiaron a todos los hombres y publicaron en redes sociales la imágenes en la que se veían sus rostros, sus documentos, sus móviles y pertenencias personales como si de criminales peligrosos se tratara. En Venezuela, cuando se publican fotos de detenidos por robo, violación o asesinato, se cubre el rostro del implicado por la presunción de inocencia, pero en el caso de los 33 fue evidente la intención de exponerlos al escarnio público. En los comentarios de la imagen se agregaron los nombres y edades, así como información relativa al estado de salud de uno de los detenidos.
En un país donde la crisis implica la imposibilidad de trasladarse a todas partes por falta de gasolina y dinero, se obligó a familiares y amigos a movilizarse hasta el lugar de la detención para pedir información sobre sus hijos, hermanos o compañeros. En medios de comunicación se hablaba de hombres que estaban grabando y produciendo pornografía, acción que está penalizada, aunque no era el caso de los 33. Se mencionó incluso la contaminación sónica como parte de la denuncias, a pesar de que no había denunciante y en el país no se admiten denuncias anónimas.
Como consecuencia de la exposición en los medios, comenzaron las condenas a los 33 hombres, algunos han perdido sus empleos y relación con sus familiares. Entre ellos hay médicos, profesores, abogados y estudiantes que ahora enfrentan la burla y humillación de haber sido apresados por un crimen que no existe en las leyes y normas venezolanas. Durante los días de detención, fueron discriminados por los agentes policiales por ser homosexuales. Sus móviles fueron violados y amenazaron con hacer público los videos y fotos privadas que cada uno guardaba. Además, alertaban a los otros prisioneros de que habían llegado los gays a viva voz, para que estos los amedrentaran o abusaran de ellos. Debieron resguardarse en una celda de dos metros cuadrados para protegerse entre sí, sin water o agua limpia, sin posibilidad de ducharse, sentarse o dormir. Evitaron comer o beber para no terminar rodeados de sus propias inmundicias.
Finalmente y en la actualidad, se liberaron 30 hombres que visitaban el sauna, 3 quedaron prisioneros por más días, el dueño del local y dos empleados que trabajaban como masajistas. Ya todos libres, deberán asistir a las cortes cada cierto tiempo como parte de un régimen de presentaciones. Entre los cargos de los que se le imputa está el ultraje al pudor, causa que sólo se presenta si el acto impudoroso se comete en un espacio público según el código penal. En la reunión de los 33 hombres no había drogas, todos eran mayores de edad, ninguno era obligado a estar allí, se realizaba en un sitio privado, pero la verdadera condena ha sido por ser homosexuales. En Venezuela ya han habido fiestas públicas y divulgadas en las redes sociales en las que se ha presenciado sexo y uso de drogas entre heteros y nada ha pasado, nadie nunca fue preso por dichos actos.
Ante los hechos, se debe destacar la acción de activistas por los derechos LGBTQ+ por defender a los acusados, movilizar a personas a protestar en favor de ellos, sin embargo, ningún actor político, fuera de la dictadura o la oposición, ha salido en defensa de los 33 hombres, todos callan por temor a una sociedad que es profundamente homofóbica. Muchos medios de comunicación y periodistas replicaron las fotografías de los acusados, sin respetar su derecho a la privacidad y anonimato, muchos son los humoristas venezolanos que ya generan contenido con lo sucedido.