
A través de un hilo en Twitter que ha acabado siendo viral, la joven Meghan ha narrado sus vivencias como mujer transexual después de asistir al Moody Bible Institute de Chicago entre 2009 y 2012, un centro en el que tuvo que someterse a una espantosa terapia de conversión.
Tal y como cuenta, Meghan con tan solo cuatro años ya sabía que era una niña. «Cuando conocí a las personas trans pregunté a un padre sobre ellas», escribía en su perfil de Twitter.
Me dijeron: ‘Los transexuales son personas profundamente infelices que se prostituyen, contraen el SIDA y mueren sin hogar’. Esas palabras se convirtieron en la raíz de mi armario.
A pesar de ser consciente de que era una niña, los comentarios que recibió Meghan y las representaciones negativas de las personas transgénero en los medios de comunicación, hicieron que le costara aún más salir del armario. De este modo, su salud mental se vio terriblemente afectada, hasta el punto de que intentó quitarse la vida en dos ocasiones: con 8 y 15 años.

Además de ello, acabó sumida en la tradición evangélica de la que le atraían las ideas de «las constantes referencias a la curación, la regeneración, la renovación y el renacimiento».
De este modo, Meghan asegura que «sabía que quería ser una mujer, la sociedad me decía que eso era algo malo, así que quería una salida para no querer ser una mujer». Ante tal percepción y unido a su atracción por el evangelismo, la mujer trans contempló en dicha cultura la posibilidad de una salida de ese estado en el que se encontraba.

Pese a rezar fervientemente tal y como dice, aún seguía luchando contra la disforia. Una lucha que ilustraba a través de sus anotaciones en su diario en el que mostraba claramente su desesperación por ser «curada» por Dios. «Solo quiero rendirme. Llevo una década rezando. Durante una década no me has curado. Quizá mañana tenga por fin el valor y salga por la ventana«, fueron algunas de las frases que escribió a lo largo de su diario.
Completamente atormentada y siguiendo con su plan «para curarse de sus problemas de género», Meghan decidió matricularse en el Instituto Bíblico Moody, un centro cristiano privado fundado en Chicago (Illinois). La propia universidad recibía a sus nuevos integrantes con un mensaje en el que aseguraban que «las relaciones sexuales fuera del matrimonio, las relaciones homosexuales, las relaciones románticas entre personas del mismo sexo y la identificación de género incongruente con el sexo de nacimiento violan la generosa intención de Dios para las relaciones humanas».
A pesar de tal declaración, Meghan continuó en el centro, sin embargo y tal y como narra en su hilo, fue amenazada con un período de prueba académica si se negaba a asistir a lo que pronto se convertiría en una terapia de conversión.
Así pues, prosiguió con sus estudios en el centro. No obstante, su salud mental no mejoraba y fueron muchas las ocasiones en las que sufrió «ataques de nervios» y de insomnio. Ante tal estado, el centro de «forma amable y sincera» le ofreció a la joven asistir a un terapeuta del centro. «Me remitieron a los supervisores de la vida de los residentes, que me exigieron que asistiera a terapia con un terapeuta de Moody o, de lo contrario, me enfrentaría a la libertad condicional» escribió en la red social.

Según narra, el terapeuta al que acudió llevaba a cabo el asesoramiento nouthético, «un modelo evangélico de terapia que rechaza la psiquiatría y la psicología, basándose en los principios bíblicos para ayudar a sus clientes». Tras asistir a tales reuniones, finalmente Meghan admitió su «pecado no confesado que había causado sus problemas de salud mental». En ese caso, la mujer trans confesó que «odiaba ser un hombre».
Tras la confesión, Meghan cuenta que su terapeuta fue «extremadamente amable» ya que tras ello le aseguró que «muchos hombres luchan por sentir que deberían haber sido mujeres», confiándole de que tenían «una forma de tratar este problema». Completamente «eufórica», la joven en ese momento comenzó a pensar que tal hecho «era la providencia de Dios», el cumplimento de su propósito en Moody.
Utilizar sus traumas como un parte integral de la «terapia»
Después de reunirse con el terapeuta del centro, Meghan llegó a explicarle su experiencia traumática tras haber sido agredida sexualmente cuando aún era una niña. Tras revelarle este hecho a su doctor, este le dijo que esa experiencia que había vivido era la responsable del «trastorno de identidad de género que poseía», contó la tuitera.
De esta forma, el terapeuta le mandó que cada vez que sintiera disforia de género tratara de revivir esa agresión de su infancia, como «terapia de aversión cognitiva». Ella por su parte le hizo caso y estuvo cerca de un año continuando con dicha técnica, a la misma vez que acudía semanalmente a reuniones con «Christopher Yuan, un miembro adjunto prominente de la comunidad ex-gay».

Tal era la popularidad de este miembro que en la propia universidad había un blog en el que se describía el viaje del «ex-gay» de Yuan, afirmando que «mientras estudiaba la Biblia, Christopher se dio cuenta poco a poco de que había puesto su identidad en algo equivocado, su sexualidad». Así pues, tal y como narra Meghan, este famoso integrante se sometió a las obediencias de Dios, «independientemente de cuáles fueran sus deseos sexuales».
Cortejó a una mujer y se casó
Siguiendo los mensajes de su terapeuta, este le dijo a Meghan que «el matrimonio significaba el fin definitivo de los sentimientos de ‘atracción por el mismo sexo’ y del trastorno de identidad de género», por lo que la joven acabó contrayendo matrimonio con una mujer.
Tras contarle a su esposa sus experiencias, insistiendo en que estaba «curada», comenzó a experimentar una crisis de fe «precipitada en gran medida por el aumento del racismo, la xenofobia y la creciente cultura de la posverdad de la Iglesia Evangélica».
De este modo, Meghan asegura que le costó mucho tiempo salir del armario con su ex mujer. «Aguanté mucho tiempo porque pensé que podría aguantar los últimos cincuenta años de mi vida. Pero llegó un momento en el que supe que hacerlo me mataría al final», narraba en Twitter.

Después de superar esta etapa, Meghan ha vuelto a trabajar con un terapeuta, esta vez para «deshacer el daño causado». Asegura así que contar esta historia ha sido para advertir a la sociedad de que la terapia de conversión puede parecer a menudo inofensiva, sobre todo al comienzo.
«Supongo que lo que quiero que la gente aprenda de mis experiencias es los buenas, amables y bien intencionadas que fueron las personas que participaron en mi terapia. Esa amabilidad me parece insidiosa ahora, como una sonrisa en la cara de un abusador», terminaba publicando en la red social a través de un hilo que alcanza ya alrededor de 8.000 likes.