
Hace dos años, Andjela se arrodilló y le propuso matrimonio a su pareja Sanja en Belgrado, y ahora se hace empieza a hacer realidad la boda. La pareja quiere dar el paso gracias a un proyecto de ley que reconoce la unión civil entre personas del mismo sexo. Una victoria para la comunidad LGTB+ de Serbia.
En Serbia, la primera ministra es abiertamente lesbiana pero, como en muchos países de los Balcanes, la comunidad LGTB+ vive frecuentemente con miedo. Ir de la mano en público es impensable para la mayoría de las parejas del mismo sexo. En los Balcanes Occidentales, solo Croacia y Montenegro tienen leyes de apoyo a la comunidad LGTB+.
En una investigación publicada en 2020 por las ONGs de defensa de los derechos humanos IDEAS y GLIC, casi el 60% de las personas LGTB+ afirma haber sufrido violencia física o emocional en 12 meses.
Gordana Comic, la ministra de Derechos Humanos y de las Minorías, declaró a la AFP: «A los que están en contra de la ley, les digo que ‘si no os gustan las alianzas entre personas del mismo sexo, no viváis en una'». Incluso entre los jóvenes está bien visto despreciar a las personas del colectivo. El 24% de los estudiantes de secundaria afirma apoyar derechos LGTB+ como el de la adopción (según una investigación del comité para Helsinki).
La SPC lo acepta
Durante mucho tiempo, la poderosa Iglesia ortodoxa serbia (SPC) ha influido en los temas LGTB+ y llegó a calificar el Orgullo de Belgrado en alguna ocasión de «marcha de la vergüenza». Pero la institución parece evolucionar.
El texto no ha causado mucho revuelvo, pero hasta hace poco, cualquier avance para la comunidad LGTB+ generaba violencia, como los ataques contra el Orgullo LGTB+ de 2010 o los tensos cara a cara con la policía en 2012 por una exposición fotográfica en la que se representaba a Jesús como una persona transgénero.
El nuevo jefe de la SPC, Porfirije, se ha salido del tradicional discurso discriminatoria y ha declarado su empatía con el colectivo pese a que la Iglesia no considera matrimonio la unión entre personas del mismo sexo. «Puedo entender a las personas con este tipo de orientación sexual, y su necesidad de regularizar su situación administrativa», declaraba.

¿»Pinkwashing»?
Ana Brnabic, de 45 años, insiste en que su misión no es ser «una primera ministra lesbiana» sino la dirigente de un país. Su pareja dio a luz en 2019, pero poco después de prohibió la inseminación artificial.
«Serbia sigue siendo un país donde la primera ministra continúa sin poder ser reconocida como un familiar de su hijo, no puede inscribirlo en educación infantil, llevarlo de vacaciones al extranjero ni visitarlo en el hospital como familiar», afirma Labris, una asociación de defensa de los derechos de las lesbianas.
Algunas activistas también reconocen la ley como un nuevo caso de «pinkwashing«, es decir, presumir que se respetan algunos derechos LGTB+ para ocultar que se quebrantan otros. «Es una práctica, permitir algunos derechos LGTB+ para ocultar el deterioro general de los derechos humanos en el país», afima Vladan Djukanovic. Por su parte, la primera ministra lo desmiente, asegurando que «los derechos humanos no son una forma de distraer».
