
Desde JereLesGay se ha realizado durante este año 2018 un estudio de la realidad LGTB+, siendo el I Estudio en esa materia a nivel provincial. Este estudio se ha realizado por la necesidad de conocer y dar luz, números y atención, sobre una realidad LGTB+ que está aquí, que existe, bajo la capa pesada y omnipresente de la heteronormatividad.
La Asociación incide igualmente en la importancia de la necesidad de contar con un estudio realizado desde una ciudad que no fuera capital como Madrid o Sevilla, y ofrecer datos reales de la provincia de Cádiz. No podemos olvidar que la provincia de Cádiz fue en 2014 la provincia con mayor número de delitos de odio por orientación o identidad sexual y la quinta de España en 2016.
La principal conclusión del estudio ha sido la percepción negativa del entorno y sus repercusiones tanto en agresiones como secuelas en la población LGTBI. No en vano, ocho de cada diez personas de la población LGTB+ de la provincia consideran en algún grado que aun hay mucho por cambiar en donde vive para poder vivir de forma libre y visible su orientación sexual (de entre 0 es «muy conservador o cerrado» y 10 es «muy tolerante o abierto», la provincia apenas recibe una media de 5,11).
Esta vivencia del entorno tiene sus consecuencias, por un lado en la LGTBIfobia latente y normalizada en muchos aspectos cotidianos y otros menos visibles que si bien afecta al crecimiento saludable y bienestar psicológico de la propia población LGTBI.
Sobre la LGBTIfobia el estudio arroja de forma alarmante que:
- Uno de cada tres (34,67%) de toda la población encuestada manifiesta haber sido víctima en algún grado de agresiones verbales en el último año.
- Casi uno de cada diez de la población LGTB+ (8,98%) en la provincia manifiesta haberse sentido en algún grado en riesgo físico de haber experimentado alguna agresión física.
La presión psicológica para la población LGTBI que se debe por vivir en un entorno de cierta ‘agresividad’ queda patente al comprobar que uno de cada dos (el 47,37%) de la población LGTB+ haya presenciado en su entorno en el último año agresiones verbales o físicas (elevándose a un 62,37% en menores de 25 años y un 54,24% en caso de mujeres).
La experiencia de un entorno hostil y poco receptivo a la diversidad se refuerza en que tres de cada diez personas LGTB+ hayan sentido algún tipo de rechazo de algún grado en su entorno más cercano y que incluso una de cada tres personas LGTB+ muestre cierto grado de acuerdo con irse a vivir a otra provincia.
De forma muy llamativa, destacamos que el 90,71% (nueve de cada diez) manifiesta con algún grado de acuerdo que todavía hay mucha gente dentro del armario, sin vivir su orientación afectivo-sexual de forma normalizada.
Finalmente, sobre otras secuelas ‘invisibles’ en la propia población LGTBI, se ilustra claramente en que siete de cada diez de la población LGTB+ en algún grado asuma que es más difícil, por su orientación sexual, tener pareja o incluso formar familia y que tres de cada diez muestren algún grado de acuerdo o aprobación con que siendo heterosexual todo hubiera sido más fácil (casi uno de cada diez dieron su nota máxima de acuerdo).
El hecho de vivir en un entorno que hace que las personas LGTBI crezcan con su vertiente afectiva-emocional amputada se advierte cuando, aunque estén ampliamente de acuerdo con sus derechos, la mitad (52,01%) declara que, en algún grado, le costaría poder mostrar afecto en público con una pareja (ir de la mano, besar en público).
Finalmente, en el perfilado, se observan dos arquetipos claramente diferenciados como ejemplos extremos. Por un lado, mujer lesbiana joven y estudiante en entorno rural, que penaliza más el entorno y, por otro lado, hombre gay entre 30 y 40 años funcionario en entorno urbano, que vive un día a día más optimista.
En conclusión, del estudio se extraen que hay dos campos claros y prioritarios de trabajo, y que ambos deben guiar el trabajo de todas las entidades e instituciones responsables de que se produzca este cambio: la visibilidad y la normalización, que se alimentan mutuamente.
Por un lado, es prioritaria una visibilidad pública y transversal, es decir, la inclusión de la diversidad en todos los espacios, festejos, actividades y detalles, naturalizándola (por ejemplo, anuncios y carteles instituciones inclusivos con la diversidad, festivales y actos públicos, carroza de la diversidad en la Cabalgata de los Reyes Magos, actividades de la Sala Paul Espacio Joven, deshabilitar expresiones homófobas en villancicos, etc.) así como servicios públicos adaptados para la población LGTBI, a menudo invisibilizada (información sexual adaptada en los centros de salud, protocolos de actuación en servicios como policía, etc.). Las actividades programadas este año para el Orgullo LGTBI de Jerez 2018 remaron positivamente en ese sentido.
Y por otro lado la normalización, principalmente con la educación en igualdad y diversidad desde la escuela, tanto para erradicar la lacra de la LGTBIfobia así como aportar dignidad y auto estima a las propias personas LGTBI. Otras actividades que suman es la creación específica de literatura LGTBI en las bibliotecas municipales, la inclusión de teatro o cine LGTBI en cualquier muestra, y acciones en el deporte como la realizada este año de “Xerez sin homofobia” por el Kolectivo Sur.
En definitiva, aunque puedan darse pequeños marcos de convivencia cotidianos facilitadores de la diversidad, la experiencia y la percepción del entorno son aún muy negativas y causantes de secuelas, frenos a la verdadera diversidad y en el peor de los casos, agresiones verbales y físicas que atentan contra la dignidad y libertad de cada persona LGTBI por lo que aún es prioritario actuar de forma conjunta, transversal y frecuente para provocar ese cambio social, revirtiendo sus perjudiciales efectos.