
El pasado junio tuve el placer de publicar mi tercer poemario, Tránsito, con la editorial Flores Raras. En dicho poemario intenté visibilizar de alguna forma la necesidad de un activismo LGTB+ mucho menos mercantilizado y dar voz a uno de los colectivos más invisibilizados de nuestras siglas: el colectivo trans.
Desde esa misma fecha, me he encontrado con muchas reacciones diferentes y que no me esperaba para nada, pero la que más me ha sorprendido es la que he tenido que vivir esta semana.
Con el fin de poder dar a conocer el poemario y colaborar con entidades que luchan por los derechos LGTB+, decidí mandar emails a las asociaciones no solo como una forma de publicidad, sino para que sepan que hay activistas que intentan crear una cultura LGTB+ con el fin de que el mundo se llene de tolerancia.
Mi sorpresa ha sido que la primera respuesta que he recibido por parte de un colectivo mexicano dictaba que ellas solo luchan por los derechos de (cito textualmente) “las mujeres y lesbianas biológicas de nacimiento”.
Y mis preguntas son: ¿las mujeres y las lesbianas somos grupos distintos de personas? ¿existen mujeres o lesbianas no biológicas?, si las personas no son biológicas entonces, ¿qué son?
Me consta que la teoría ciborg existe y que podríamos adoptarla en este caso como respuesta, pero en este discurso hay un subtexto peligrosísimo al que los colectivos feministas y LGTB+ deben prestar atención: existen clases de mujeres para las propias mujeres.
El hecho de diferenciar entre mujeres y lesbianas ya nos hace caer en la cuenta de que para esta asociación existe una diferencia entre la heterosexualidad y la homosexualidad, pero es que, además, en estas palabras subyace un claro ejemplo de transfobia y misoginia que para muchas feministas —como la que suscribe —es plenamente inadmisible.
Después de esto creo que los y las activistas y los colectivos deberíamos plantearnos si estamos tomando un buen camino en nuestra lucha. Tanto el colectivo LGTB+, como el feminista, tenemos un enemigo común: el Patriarcado; y adoptar sus discursos para segregar contraviene las bases de nuestras luchas que son la búsqueda de la igualdad entre mujeres y hombres, independientemente de su sexualidad o identidad de género.
Por eso, desde aquí, invito a todos los colectivos que se replanteen estas políticas de segregación y polarización que estamos viviendo últimamente gracias a las ideas hembristas de las denominadas TERFs, puesto que resulta imposible luchar contra un enemigo común si estamos luchando entre nosotros.