
En la actualidad, la industria de la moda se encuentra en plena apuesta por la comodidad y la autoaceptación del propio cuerpo como signo de unicidad. Por ello y gracias al poder del proceso de globalización, el mundo está encontrando el lugar para que todos disfruten como deseen, aceptando y tomando referencias de otros para modelarse a sí mismos. Este es el caso de la ropa interior masculina; entre ella, una prenda que evoluciona ignorando las críticas que se le asocian: el suspensorio.
Una historia llena de calles adoquinadas y muchos baches
A pesar del uso cotidiano que se le da al suspensorio o jockstrap, sus inicios se encuentran muy alejados de la imagen actual. En 1874, C. F. Bennet ideó una nueva forma de mejorar la vida de quienes entregaban informaciones a otra ciudades o pueblos en bicicleta. Su ardua tarea consistía en viajar durante kilómetros por unas calles de grandes adoquines y baches.
Por ello y para mejorar su situación, con Chicago como sede de la empre- sa estadounidense Sharp & Smith en la que trabajaba Bennet, se comenzaron a comercializar unas prendas de ropa interior que permitían cubrir los atributos masculinos para evitar golpes y rozaduras. Todo esto, logró mejorar la situación de aquellos trabajadores, generando una de las piezas más rentables hasta aquel momento.
Con la vista puesta en aquellos ciclistas, muchos deportistas siguieron su ejemplo y comenzaron a utilizarlos para competiciones y entrenamientos, mejorando su sujeción y comodidad gracias a las coquillas o conchas que cubren sus atributos. Así, se logró popularizar su uso en el mundo entero, aunque todavía asociado en exclusiva para deportistas de fútbol americano o las artes marciales, entre otros.
La nueva realidad del suspensorio: fetiches y desconocimiento
A partir del siglo XX, el suspensorio logró tanta popularidad en el mundo que todxs buscaban tener uno en su armario. Sin embargo, el punto de inflexión llegó cuando se convirtió en un fetiche sexual para muchas personas por diferentes motivos, entre ellos la sensación de tener un cuerpo totalmente estilizado con el mismo efecto que el sujetador push up y con poco que dejar a la imaginación.
Esto, sumado a su uso en la moda actual -por simple comodidad y tendencia-, creó una idea errónea de estos. Así, el suspensorio se comenzó a asociar a hombres gays de todo el mundo y -como ya pasa con otras prendas- alejó a los hombres heterosexuales que solo lo querían por simples motivos deportivos o médicos (pues también se emplean por razones clínicas). Este motivo está lleno de pincelazas demasiado arcaicas que no permite disfrutar de la comodidad del ‘jock’.
De esta manera, el suspensorio sigue buscando un lugar en cada vez más armarios del mundo, sin éxito por prejuicios que siguen nublando la mente de la sociedad. No obstante, su uso en las runways internacionales ha creado una gran gama en todas las tallas, formas, tejidos para crear el mejor outfit.
Ahora es el momento de reivindicar, realzar y sentirnos cómodos con nuestros propios cuerpos, a pesar de las críticas de quienes desconocen las ventajas de una prenda tan multiusos: frescura, protección, comodidad y provocación. Por todo ello, el único consejo posible se lo dejo al gran Óscar de la Renta, quien dijo que “la mejor manera de vestir es cuando notan primero a la persona y luego el vestido”.