
Después de años de lucha y reivindicación de los derechos de las comunidades LGTBQ+, los estereotipos sociales siguen presente en el imaginario común de la gente (dentro y fuera de nuestras comunidades).
En particular, en los últimos años hemos sido testigos de un lento proceso de heterosexualización dentro de la misma comunidad gay.
Es decir, una gran parte de la comunidad gay, especialmente las que existen en sociedades intrínsecamente machistas, han estado adoptando estereotipos sociales y cánones popularmente reconocidos alrededor de la figura del hombre hetero que fomentan la normalización del hombre gay.
En otras palabras, el macho varón y el concepto de masculinidad (o hasta lo de hombre y mujer) han ido antagonizando – y no agregándose a estos – las variedades de expresión y maneras de ser y vivir dentro de la comunidad gay.
Finalmente, este fenómeno parece haber llegado a manifestaciones homófobas como la plumofobia.
Cualquiera que utilice aplicaciones como Grindr, Scruff o Wapo está al tanto de descripciones de perfiles como ‘masc x masc’, ‘no pluma’ o el chistosísimo ‘hetero’.
La guetización y encajamiento social (e.g. pluma vs masculino) no solo son demostración que nuestra comunidad vaya olvidándose de las luchas a las que otros (con o sin pluma) tuvieron que enfrentarse para que nosotros pudiéramos vivir en pleno nuestras sexualidades y, por supuesto, personalidades y matices, sin sentirnos juzgados por ello (especialmente dentro de nuestra comunidad).
Conceptos como masculinidad y feminidad ya no tienen las misma carga etimológica que tenían en la sociedad de hace 100 años.
¿Qué quiere decir ser masculino? ¿Que te guste el fútbol y las corridas de toros? ¿Qué quiere decir portarse o vestirse de manera masculina?
Contrariamente a lo que sucede actualmente, los tacones eran considerados viriles y majestuosos a finales del siglo XVI y portarse de manera afeminada podía ser sinónimo de dandi en el mundo anglosajón de finales de siglo XIX.
La masculinidad, como las modas, es un concepto volátil y vacío que va rellenándose (y renovándose) de significados y símbolos cada siglo (o menos). Haciendo eco a las palabras de Pierre Bourdieu,
“la masculinidad es un mero producto de la sociedad y de la cultura (y de la historia de estas) que viene reproducida en la vida de todos los días”.
Lo que hizo la reivindicación LGTBQ+ fue descomponer los roles de géneros y sus conceptos de masculino y femenino.
Lo que no deberíamos hacer es deshacer lo que hizo gente como Harvey Milk, Marsha P. Johnson, Simon Nkoli o el FAGC (Frente Homosexual de Acción Revolucionaria) y el COFLHEE (Coordinadora de Frentes de Liberación Homosexual del Estado Español) en España, construir un frente unido y solidar.
Por eso, no solamente deberíamos aceptar los varios matices de nuestras comunidades sin más, sino apoyarnos y reflexionar en lo que es la masculinidad, la feminidad y el ser gay hoy día (y como está visto dentro y fuera de nuestra comunidad) no como características totales y exclusivas de nuestro seres, sino como matices únicas de nuestras personalidades.