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El VIH en las escuelas

¿Se destinan recursos en los centros educativos para concienciar a lxs jóvenes sobre el VIH y sus consecuencias psicológicas, médicas y sociales?

En 2021 se cumplieron 40 años de la primera descripción clínica de casos de lo que posteriormente se denominó Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (Sida).

Aunque no hemos llegado al objetivo 90-90-90 que ONUSIDA se propuso cumplir para 2020 (que el 90% de los casos positivos estén diagnosticados; de ellos, el 90% en tratamiento y, de estos, el 90% con carga viral indetectable) la investigación científica ha hecho que se haya avanzado mucho, y que el VIH, aunque incurable por ahora, con los tratamientos eficaces, pueda ser crónico e intransmisible.

En España, 4,5 millones de personas rechazan a otrxs que viven con VIH

Me atrevo a decir que gran parte de lxs que vivimos nuestra adolescencia y juventud con esta pandemia lo hicimos con mucho miedo a la infección y con altas dosis de rechazo hacia las personas que eran portadoras del virus.

Recuerdo que no solamente estaba el hecho de reconocer tu orientación sexual, sino que también había una clara idea en la sociedad de entonces: si eras homosexual, o tenías el VIH o acabarías teniéndolo y se lo transmitirías a lxs demás. Películas como Los amigos de Peter (Kenneth Branagh, 1992) o Philadephia (Jonatham Demme, 1993) son un claro ejemplo de ello.

Sería lógico pensar que, después de todos estos años, los prejuicios y falsas creencias sobre el VIH hubieran desaparecido, pero la realidad es que el estigma sigue siendo una huella que las personas seropositivas y su entorno (amistades, familiares, profesionales que les atienden…) siguen soportando.

Según el estudio Creencias y actitudes de la población española hacia las personas con VIH (2021), en España, 4,5 millones de personas rechazan a las personas con VIH. (entre un 8 y un 10% de españolxs concretamente).

¿Qué podemos hacer desde la educación para reducir esta estigmatización?

Parece claro que el origen de los prejuicios suele estar en el miedo y la falta de conocimiento sobre la infección y sus vías de transmisión. Por lo tanto, el trabajo primario y preventivo debe seguir estando en la información. Ofrecer una información clara, veraz, actualizada, cercana y que llegue a lxs jóvenes con más frecuencia, sigue siendo la base para que desaparezca el estigma.

En mi opinión, la información en los centros educativos se ha ido convirtiendo cada vez en más anecdótica y se ciñe, con suerte, al Día Mundial de la Lucha contra el Sida y a algunos programas de educación afectivo-sexual.

Y además no podemos olvidar que, si desde las instancias educativas formales no se ofrecen mecanismos para el tratamiento adecuado de la información, lxs jóvenes corren el riesgo de estar manejando en sus medios favoritos de “educación no formal” (Instagram, Tik-Tok y YouTube) datos, historias y vivencias que no siempre se corresponden con la realidad y que pueden tener un efecto altamente perjudicial.

Otro ámbito a abordar sería el de la empatía. Con los años, hemos acabado siendo más amables y educadxs, pero no más comprensivxs ni empáticxs con las personas con VIH.

Además de poseer una buena información (por ejemplo: indetectable = intransmisible), conocer a personas reales con VIH y sensibilizar sobre los efectos que el estigma por ser seropositivas acarrea en sus vidas cotidianas, contribuiría a que seamos más conscientes de las consecuencias que nuestros actos y comentarios prejuiciosos desencadenan.

Destaco algunos para que no se nos olviden: trastornos psicológicos (depresión, ansiedad, ideas suicidas…), ocultación de su condición de persona con VIH, reducción de sus contactos sociales, rechazo a acceder a los servicios de atención sanitaria (incluidos los métodos de prevención del VIH, conocer su estado serológico respecto del VIH, inscribirse en la atención médica y seguir un tratamiento), miedo a tener pareja y sentir que no son merecedorxs de una relación sentimental, discriminación laboral…

Hablar sobre el VIH con propiedad y poder visualizarlo a través de nuestros discursos en conversaciones o en redes sociales, puede ayudar a eliminar el estigma. Formar en las escuelas en este ámbito tiene un indudable alcance, pues el lenguaje interno y el externo modula nuestros comportamientos y emociones, y utilizarlo en forma positiva puede ayudar a la desestigmatización.

De hecho, existen diferentes guías de lenguaje antiestigma que recomiendan el uso apropiado de palabras y frases vinculadas con el VIH. Destaco algunos ejemplos:

  • Decir VIH en lugar de Sida (al referirse al virus VIH).
  • Transmitir el VIH en vez de pegar el VIH.
  • Comportamiento de alto riesgo en lugar de grupos de alto riesgo.
  • Personas que viven con VIH y no víctimas, sufrientes o enfermxs.

A pesar de que Albert Einstein decía que era más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio, la educación tiene el poder de transformar el mundo y a las personas que vivimos en él.

El avance clínico y de salud debe ir unido a un avance social y es ahí donde entiendo que hay que invertir a nivel educativo, político y económico, para que el VIH deje de ser el virus de la vergüenza y del silencio, y las personas que viven con él se liberen del peso que injustamente siguen cargando.

Joaquín Sola Aguilar

Orientador Escolar

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