
La primera evidencia de la existencia de relaciones entre miembros del mismo sexo está en la misma mitología egipcia, en concreto con el mito de Seth y Horus, dioses representantes del Alto y Bajo Egipto respectivamente que lucharon sexualmente entre ellos y que finalmente se unieron, con versiones que indican incluso que Seth dio a luz un niño de Horus. Se trata de un mito que retrata la división del territorio del Nilo en dos reinos y la unificación acontecida en torno al año 3.100 a. C.
Por otro lado, no hay que olvidar que en la mastaba o tumba de Nianjjnum y Jnumhotep (hacia 2.500 a. C.), estos dos funcionarios de la corte del Imperio Antiguo aparecen representados abrazados en la decoración funeraria, referencia clara a una relación homosexual, aunque para otras versiones se trata de una representación de hermanos gemelos.
Otro documento interesante procede del Imperio Medio (2.000 – 1.700 a. C.), con un documento titulado “El demandante de Menfis” que permite conocer la relación sexual y amorosa que existió entre el rey Neferkara y el general Sasenet, cuyo texto habla cómo el rey iba por la noche a casa del general y el sonido de una piedra era la señal para un encuentro sexual de ambos personajes.
Del Egipto helenístico, es decir, bajo dominación griega tras ser proclamado faraón Alejandro Magno en el 331 a.C., encontramos unos papiros descubiertos en Oxirrinco donde se narra una amenaza de carácter homosexual asociada a dibujos de pene y ano. Y en pleno Imperio Romano, Egipto ve alzar en el siglo II de nuestra Era la ciudad de Antinoopolis en el lugar donde fallece Antínoo, joven amante del emperador Adriano y objeto de numerosos monumentos impulsador por este último. Fuel tal la pasión de Adriano por su apuesto amante, que Antínoo fue objeto de culto en Egipto, en este caso asociado a las figuras de Dionisos u Osiris.
Precisamente en esta ciudad se ha documentado la existencia de una pareja homosexual en el Egipto Romano. Se trata de dos amantes masculinos representados en un tondo funerario realizado en madera y cuyo amor queda acreditado por la imagen del dios Antínoo-Osiris que se observa tras el personaje situado a la izquierda.

Estos testimonios mitológicos e históricos (muchos de ellos destruidos posteriormente desde planteamientos críticos con la homosexualidad o interpretados desde mentalidades tradicionales como relaciones de parentesco) nos hablan de una sociedad que durante siglos conocía perfectamente las relaciones entre miembros del mismo sexo, si bien en tiempos en que la fertilidad y el tener hijos era pieza básica, esta práctica no gozaba del apoyo expreso de los poderes religiosos y civiles. Sin embargo, en Egipto no encontramos testimonios elocuentes de condena de la homosexualidad, todo un dato que permite decir que las relaciones homosexuales fueron al menos toleradas durante siglos.