
Pocos episodios de la historia de España reúnen al mismo tiempo intriga política, homosexualidad, corrupción, cotilleo y humor. Se trata del sucedido a mediados del siglo XIX, cuando por influencia del rey de Francia Luis Felipe se propuso que Francisco de Asís, reconocido homosexual, fuera el futuro esposo de la reina Isabel II.
El rey francés consiguió la celebración de dos matrimonios: el de Isabel II con Francisco de Asís y el de su hijo, el duque de Montpensier, con la hermana pequeña de la reina española, llamada María Luisa, estos últimos famosos por residir durante décadas en el sevillano palacio de San Telmo. La jugada era clara: desde Francia se pensó que el hijo del monarca acabaría destronando a Isabel II, cuyo marido sería incapaz de aportar hijos legítimos a la Corona.

Cuando el nombre del futuro esposo llegó a oídos de Isabel II, fueron numerosas las frases de la reina que pasarían a la Historia, como aquella que sentenciaba: “¡Con la Paquita no, con Paqui no!”. O la expresada en la propia noche de bodas: “Qué podía esperar de un hombre que llevaba más encajes que yo”. Esos comentarios alimentaron el cotilleo del pueblo, que le dedicaba constantemente al rey libelos y gacetas con ilustraciones y versos satíricos: “Paco Natillas es de pasta y flora, y mea de cuclillas como una señora”.
Lo que no estimaron desde Francia es que pronto la reina compensaría sus necesidades amatorias con un interminable catálogo de amantes, a la larga padres de sus doce hijos (reconocidos todos ellos por el rey Francisco, previo pago de importantes sumas de dinero por parte de Isabel II). La lista de amantes fue muy larga, aunque destacamos dos nombres: el apuesto capitán José María Ruiz de Arana, padre de la infanta Isabel, y Enrique Puigmoltó, un joven y arrogante militar del Cuerpo de Ingenieros, padre secreto de Alfonso XII.
Muchos historiadores piensan que el matrimonio entre Isabel II y Francisco nunca llegó a consumarse. Según llegó a conocerse, “Paquita” estaba enamorado del aristócrata Antonio Ramos Meneses y por las noches se escapaba de palacio para reunirse con él y ejecutar sus deseos. Era su amigo, su amante y el confesor de sus alegrías y sus penas, además de la única pareja verdaderamente estable que se le conoció en la vida.
Tras 22 años de reinado con Isabel II, en septiembre de 1868, la monarquía borbónica llegó a su primer fin en España tras la Revolución Gloriosa. El matrimonio saldría de nuestro país camino del exilio real, pero los esposos ya vivirían separados en Francia: Isabel en su mansión parisina, mientras Francisco y sus perritos, que llevaban el nombre de los amantes de la reina, con su novio Antonio Ramos en un nuevo y lujoso nido de amor…