Cultura

António Botto. Escándalo, es un escándalo

Hace cien años que se desató una polémica en torno al tono homoerótico del primer libro del poeta

Hace cien años que se desató una polémica en torno al tono homoerótico del primer libro del poeta.

De adolescente andaba buscando autores que cantaran el amor entre hombres. Quería descubrir otras voces más allá de las archiconocidas de Lorca y Cernuda. Gracias a Internet (en su prehistoria, claro), llegaron a mi pantalla los versos de un tal António Botto, un poeta menor dentro de la lírica lusa. Todo cobró sentido.

Estaban sin traducir y a duras penas los medio descifré del portugués. Memorizaba pasajes y los recitaba una y otra vez. Allí estaba aquella poesía dando forma a todo lo que anhelaba entonces: el cuerpo a cuerpo del deseo, el abrazo tierno de los amantes, la belleza masculina… Aquel título me acompañó durante bastantes años, tan importante fue para mí que cité un verso suyo en mi primer poemario, cuando aún no existía una edición solvente en español. Un poco después, en 2013, la pequeña editorial sevillana ‘Los papeles del sitio’ publicó Canciones en traducción de Luis Antonio de Villena, siempre atento a cualquier heterodoxia.

Antonio BottoCuando Canções se publicó originalmente, en 1921, António Botto era un joven de veintitrés años, atractivo y declaradamente homosexual, que vivía en el popular barrio de Alfama, en Lisboa. Lo de atractivo no es baladí pues explica, en parte, el componente narcisista de su creación literaria. El escándalo estallaría un año más tarde, con la segunda edición de la obra, que alcanzó mayor difusión en la vida cultural del país. La airada reacción de los sectores más conservadores de la sociedad, que incluso llegaron a pedir quemar los ejemplares y castigar a su autor con la horca, provocó que el libro fuera retirado de las librerías durante un año. Volvió gracias al apoyo que recibió de renombradas personalidades como García Lorca, Unamuno, Machado, Virginia Woolf o James Joyce. Entre ellas, la más decisiva defensa que obtuvo fue la de su amigo Fernando Pessoa en el provocativo artículo «António Botto y el ideal estético en Portugal».

Hoy, al leer el libro nos parece cargado de inocencia, desde luego muy alejado del voltaje homoerótico que lxs mojigatxs (que siempre han existido y existirán) le adjudicaron. Botto nunca superó aquel primer éxito, a pesar de seguir escribiendo toda su vida. Con cincuenta años emigró a Brasil donde encontraría la muerte una década después al cruzar despistado la avenida Copacabana de Río de Janeiro.

Anda, ven… ¿por qué te niegas, Carne morena, toda perfume? ¿Por qué te callas, Por qué te desalientas Roja boca, —rosa de luz!

Si la luz del día Te cubre de pudor, Aguardemos a la noche apresados en un beso.

Dame el infinito gozo De adormecerme contigo, Despacito, sintiendo El aroma y el calor De tu carne, —¡amor mío!

Y oye, mancebo alado, No te entristezcas, no pienses, —Estate contento, Pues no en todo placer Hay pecado…

Anda, ven… dame tu cuerpo A cambio de mis deseos; ¡Tengo añoranzas de vida!

¡Tengo sed de tus besos!

António Botto

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